Monacato fenómeno
universal
En todas las religiones ha existido y existe, más o menos explícitamente, una manera “marginal”,
pero organizada, de encarnar valores esenciales que se podría denominar
genéricamente monacato.
"Hombres de culturas, de regiones y de épocas diferentes
han llegado establecer un estilo de vida con muchos puntos de contacto. Esa
coincidencia significa que un camino de sublimación como el monacato, no es un
camino arbitrario, sino un camino que pasa por puntos obligados que los hombres
van descubriendo a medida que avanzan en su peregrinación religiosa".
"El hombre además de
ser homo faber, homo sapiens y homo religiosus, es un homo monasticus".
Monacato en la
India
En el siglo V a. de C., existía en la India un elevado
número de monjes, que habitaban en monasterios, caminaban de un lugar a otro
mendigando. Había también monjes que vivían en lo más recóndito de los bosques.
El monacato es para el genio religioso hindú la
búsqueda del ser supremo, en los hondo de sí mismo, en lo hondo de todo, más
allá de todo.
Los
<<enclaustrados>> de Serápis en Egipto
Eran personas que se encerraban en el Templo de Serápis
para recibir la incubación o posesión de dios a fin de obtener un oráculo o
para conseguir la gracia de una curación o para otras personas que suplían a
cambio de un salario.
Pero en estos <<enclaustrados>> no existe la esencia en general del monacato
pagano y cristiano. No se retiraban al Templo para brindar un servicio a Dios
ni para el propio perfeccionamiento moral.
Algunas formas Ascéticas
en Grecia y Roma
Pitágoras fue el iniciador de una especie de comunidad
ascética a la que le dio una regla de vida, con una larga serie de
prescripciones relativas al silencio, la abstinencia y los exámenes de
conciencia tendentes a una mayor purificación interior.
Espiritualidad del
Neoplatonismo
Plotino , maestro del neoplatonismo, fue un verdadero
modelo de ascetas: no comía carne, pasaba la mayor parte de la noche en vela,
dormía lo estrictamente imprescindible, no se preocupaba por el cuidado de su
cuerpo, no se bañaba ni se peinaba jamás; práctico la continencia.
Fuente: Jesús A. Gomez, cmf, Historia de la vida religiosa, Vol. I,
Publicaciones Claretianas, España, 1987, pp. 35-52.
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