Los
Franciscanos
Los
Franciscanos: Francisco, nacido en Asís (Italia) hacia el año 1181, era hijo de
un rico mercader, y en el año 1205 abandona sus sueños de caballería para
consagrarse a la Dama Pobreza. Se encuentra con Cristo pobre en un leproso.
Cree al principio que Cristo le pide que repare las iglesias, como la de san
Damián; pero más tarde comprenderá que Dios le llama a la reforma de la
Iglesia, en la que se filtran abusos y modos de vivir que contradicen la
santidad de las costumbres y la doctrina de la Iglesia. Después de devolver a
su padre todos sus bienes e incluso sus vestidos, pide como limosna la comida y
los materiales de construcción. Su vida es la de los ermitaños. Pero en 1208,
oye el evangelio en la iglesia de la Porciúncula: “Id, proclamad que está cerca
el reino de Dios. No llevéis oro ni plata...”. Con algunos compañeros, va por
los caminos proclamando con alegría la buena nueva de la paz. Predica sin ser
sacerdote. Se sentía indigno de serlo, y nunca quiso recibir la ordenación
sacerdotal.
Su
lema es: “paz y bien”. No quiere pronunciar ningún juicio contra los sacerdotes
ni contra los demás pastores de la iglesia. Pide tan sólo un espacio de
libertad para vivir según el evangelio. El papa Inocencio III aprueba en 1209
el género de vida de los que desean ser “menores”, estar entre los más pobres
en la escala social. Se limitarán a una predicación moral, y no tanto
doctrinal, como los dominicos. En 1209, Francisco tiene doce compañeros; diez
años más tarde son 3.000. En 1212, Clara y sus compañeras siguen el ejemplo de
Francisco y así fundan la orden de las Clarisas.
En
1219 Francisco parte hacia los santos lugares y se esfuerza en convencer al
sultán de Egipto para que respeten los Santos Lugares. Algunos de sus hermanos
desean tener una organización más rigurosa, unos conventos, unas casas de
estudio. Aquello le preocupa a Francisco. Aunque el evangelio sea su única
regla de vida, ve la necesidad de redactar una regla (1223). Pero continúa con
su gozosa predicación.
La
Navidad de 1223 la celebra organizando, por primera vez en la historia de la
iglesia, un Belén viviente. Al año siguiente queda marcado con las llagas o
estigmas de Cristo, pero no pierde la paz y la alegría. Es famoso su Cántico de
las Creaturas, en el que canta su amor a la naturaleza, al sol, al agua... y
Dios creador de todo. Procura la paz entre los señores locales.
Su
testamento de 1226 expresa cierta nostalgia de los comienzos. Fiel a visión
sobrenatural de la vida, acoge con serenidad a la “hermana muerte” el 3 de
octubre de 1226. Dos años más tarde es canonizado. La orden de hermanos menores
tuvo una existencia difícil, pues se dividió por el diverso modo de interpretar
la fidelidad a su fundador. A pesar de ello, Francisco siguió siendo el santo
más popular de la Edad Media. Es el testigo por excelencia de la vuelta al
evangelio, y desconcierta a sus contemporáneos medievales con su imitación
radical de Cristo, con su amor a la naturaleza, y con su rechazo de toda
riqueza que con frecuencia falsea las relaciones entre los hombres.
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